Hoy quiero hablar de una lección muy importante y, a la vez, difícil de entender.

Muchas veces en nuestra vida profesional (y ocurre lo mismo en la personal) queremos decir que sí a todo.
A ver si te suena esta situación:

Tu jefe: ¿Puedes ayudarme con esto? Es algo rápido, te llevará 5 minutos.
Tú dices que sí, a fin de cuentas, es tu jefe.

Y esa tarea acaba llevándote todo el día, y ahora tienes todo lo que tenías planeado para el día pendiente.

Otra situación:

Tu cliente te pide algo que tú no haces o que sabes que no aporta valor.
Tú acabas haciéndolo para que se quede tranquilo, pero no quedas satisfecho porque sientes que has perdido el tiempo.

El efecto de decir siempre que si

Los humanos queremos complacer por naturaleza. La mayoría queremos evitar conflictos, y muchas veces lo más fácil es decir que sí aunque no estés de acuerdo.

Esto es un problema.

De hecho, es un problema muy grande que, según vas creciendo dentro de la pirámide corporativa, tendrás que enfrentar cada día con más frecuencia.

Esto lo aprendí a las malas. Cuando estaba cogiendo cada vez más responsabilidad en consultoría, creía que decir que sí era lo correcto, lo que se esperaba de mí. A fin de cuentas, si quieres hacerte imprescindible, lo mejor es que tus jefes puedan contar contigo, ¿no?

Pues bien, esto es cierto hasta cierto punto en la pirámide. Llega un momento donde esto es imposible de seguir haciendo. A fin de cuentas, el día tiene 24 horas. Y el día laborable no debería tener más de 8.

Cuando decir que sí a todo empieza a afectar la calidad de lo que tienes que hacer, significa que te has pasado.

La importancia del NO

Al principio cuesta mucho.

Pero hay que aprender a hacerlo.

Decir que NO a la mayoría de las cosas significa una sola cosa: que cuando dices que sí, es porque ese algo es importante y es algo a lo que le vas a dedicar tiempo. Y eso es algo que todo el mundo va a percibir y apreciar.

Ah, y aquí viene el tip de tu vida: decir que no directamente es algo que mucha gente percibe como algo malo, pero… ¿y si te digo que se puede decir no, haciendo ver que estás diciendo sí?

Volvamos a la situación de tu jefe pidiéndote algo.

Tú tienes una lista de tareas que llega de aquí a Marte, pero tu jefe viene con algo de última hora súper urgente. No le digas que no. Dile:
"Claro, me pongo con esto, pero ayúdame a entender la importancia de esto frente a las tareas que ya tengo."
Y procedes a enseñarle tu lista de tareas.

En el 99% de los casos, acabará dándose cuenta de que lo que te está pidiendo NO es urgente y que puede esperar. En el 1% restante, tendrás la aprobación de tu jefe para hacer algo por delante de lo que ya tenías planeado, por lo que cualquier retraso ya queda implícitamente aprobado.

Clasificación de importancia

A mí me gusta usar la matriz de Eisenhower para clasificar mis tareas.

Lo primero que hay que hacer es entender la diferencia entre urgente e importante. Para ello, lo voy a llevar al absurdo para que sea muy fácil de entender:

• Tarea 1: Pagar una deuda. Todo el mundo coincidirá en que esto es importante.

• Tarea 2: Te has cortado el dedo y necesitas puntos. Esto es urgente.

Es decir, hay cosas que tienes que hacer YA, y hay otras que, aunque importantes, se pueden planificar.

Dicho esto, solo decir que me está gustando esto de la newsletter y que quiero seguir haciéndolo. Así que muchas gracias por leerme. Ya sabes, si quieres hacerme feliz, comparte esto con un amigo, compañero de trabajo o familiar.

Felices fiestas. A comer mucho y, sobre todo, a desconectar un poco del día a día.

Y hasta aquí esta semana.
OK, Bye ✌️